Mi querida _________, cuanto te he extrañado en estos impetuosos días en los que la soledad y el desaliento me han acompañado durante largas jornadas, me he sentido tan exhausto de la vida que pensé en el más trágico de mis finales sin más gloria que la de una persona liberada al fin del yugo de su humanidad a encontrarse con su Creador, pero en esa sombría obscuridad, aterradora y húmeda, he visto la luz de la esperanza que ese mismo creador me ha dado al poner un recuerdo tuyo en mi mente.
No sabes lo sanador que puede ser escucharte de nuevo, aunque sea solo en la imaginación, ha sido un suave bálsamo en la herida, que aunque sin sanar todavía, encuentra reposo en aquella medicina del alma.
Espero que la felicidad y la dicha se encuentre contigo en cada momento y esperaré con paciencia saber más de ti, sé que los tiempos han sido impetuosos, no solo en el clima que nos cobija, sino en las emociones que nos atormentan, quiero que sepas, mi querida ________, que aquí estoy, y aquí seguiré, probablemente las fechas cambien, pero el corazón será el mismo.
En cuanto al cielo y la tierra, aquellas pasaran siempre, las flores y el pasto crecerá y se marchitara, morirá y renacerá, y así cada vez que la primavera regrese, la ciudad se encuentra bien, a pesar de las inclemencias de la situación actual del país, has de saber que todo va relativamente bien.
Me despido de ti como siempre suelo hacerlo, con mucho cariño en el alma y a la espera de saber de ti en algún momento, no sin antes escribir un pequeño poema para que recuerdes quien te escribe:
LAS ESTACIONES HUMANAS
Cuatro estaciones colman la dimensión del año;
cuatro estaciones obran en la mente del hombre:
su intensa primavera, cuando la fantasía
recoge en su amplio seno todo lo que es belleza;
su verano, en que gusta rumiar plácidamente
ideas juveniles como alimento dulce
de primavera, y estos ensueños le aproximan
lo mas cerca del cielo; tranquilas ensenadas
tiene el alma en su otoño, cuando, desocupado,
cierra el hombre sus alas, contento ante la vista
de las brumas, y deja pasar inadvertidas
las cosas bellas como cuando fluye un arroyo
junto a su puerta. Y tiene su invierno deformado,
pues su naturaleza mortal así lo exige.
John Keats
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